Antes me transformaba cuando llegaba la noche. No
sé cuándo empezaba ni el final que yo le daba. Deseos de besos rojos. De
noticias rojas. De personas rojas. De ideas rojas. De tu vestido rojo. Me
convertía en alguien a quien ni yo mismo conocía. Un asesino llevado por los más
primarios instintos y que conseguía todos los propósitos que se proponía. Un
lobo de noche, cordero de día. Un auténtico camaleón, que cambiaba de color
según la chica, la vida, el tiempo, la hora. Según la variable que más me
convenía. Ahora no hace falta que cambie, porque estoy transformado. Ni la muda
de lo que un día fui, hoy queda. Ni una sola oportunidad más, por todas
aquellas que desaproveché. Tampoco vidas que crucé y otras que me cruzaron la
cara. Ni las que no lo hicieron al rajarles por completo con mi insana cirugía.
Un auténtico oso solitario que ha perdido todo su pelo a causa del largo
invierno. Que ha aumentado su tamaño a causa del peso de la comida y de los
años. Que ha encontrado un refugio en lo más hondo de la cueva. Lejos de ella
te hacen demasiado daño. Una fiera que se oculta, que vive encerrada entre
cuatro paredes, por miedo a la vida. Un animal que piensa. Que escribe prosa
para no aburrirse las tardes de viento, incienso y losas. Que se pierde en
laberintos creados por él mismo. Que se muere y no se da cuenta.
Gregorio S. Díaz "Transformaciones."