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24 de junio de 2016

Cuarenta y nueve.

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No negros, sino ojos tintados. Así se vería el mundo diferente, aunque a mí ya no me hacen falta esas gafas para verlo manchado, tal y como está dibujado en mi mente. Por eso te digo: vuelve.  No tiene que ser ahora, ni mañana. Ni dentro de dos meses. Vuelve, algún día. Cuando te apetezca y te muerda la nostalgia. Cuando mueras y quieras vivir o cuando vivas y quieras morir. Cuando sientas que vuelve esa niña que siempre habrá en ti. Cuando recuerdes una de mis sonrisas y creas acordarte de lo que era ser feliz. Puedes pasar otros cuatro años con él, dos noches con este y veinte días con el otro. Pero pasa conmigo los cincuenta años que de vida te quedan. Más de lo que ya llevamos perdido. Vuelve al caer la noche o al amanecer, que también me vale.  Vuelve un lunes o un domingo. Te estaré esperando. Puedes leer miles de libros, pero haz el favor de diseccionar el mío. Cuando lo acabes también puedes volver y volverme a inspirar letras obsesivas. Puedes visitar millones de lugares, pero no olvides al que siempre pertenecimos. El tuyo y el mío. Vuelve. Te entregaría el corazón al que no se disparó Bécquer. El mío, que nunca te di y el tuyo que, mías, debe tener alguna que otra cicatriz. Vuelve, ya sabes.  Yo vagaré por meses con ella, multitud de noches con alguna que otra, y más de cien días con cualquiera. Pero pasaría contigo los cuarenta y nueve años que de vida me restan. 

Gregorio S. Díaz "Cuarenta y nueve"


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