Oye, querida. Sé que estás ahí, ignorando tres letras sin saber lo que
viene detrás. Solo era para decirte adiós. Para formalizar esta carta, que es
mi despedida. No sé qué diablos sucedió en tu cabeza para que, tras meses de
inoperancia y por enésima vez, los cables de nuestra conexión manipularas. Son
absurdas teorías las que expusiste. Me dan igual esas mentiras y tonterías muy
tontas dichas por personas, me juego, más tontas todavía. Eso no es lo
realmente importante. Y es que creo, así lo demuestras, que lo de boquear como
un pez se te ha quedado grabado en la retina. Cada cierto tiempo vuelves, no sé
si con idea o con malicia, para acabar con el contacto cero que hace olvidarte.
Y sé que te gusta que sea así, y confieso, pobre masoquista de mí, que lo
espero cuando se dilata el tiempo en el que no dedicas tiempo para mí. No voy a
consentir que seas un intermitente. O apagas o reluces. Porque no me da la gana
que no te vayas del todo, completamente. Bastante tuvimos con antaño. Así que,
por favor, no hables, no lo hagas nunca más. Ni palabras sueltas, ni excusas y
mucho menos mentiras. No vuelvas a traspasar cortafuegos que puedo fortalecer,
para que no los cruces más. Crecimos, somos adultos y tenemos caminos
distintos. No somos aquellos niños. Aprendimos a pensar y a controlarnos. Ahora
somos dos desconocidos. No somos amigos y es como si nunca nos hubiéramos
conocido. No quiero saber cómo te va, ni quiero que sepas cómo me va. Me da
igual. Eso siempre falló: la curiosidad. A pesar de hablar idioteces. Y ya no
se debe fallar más. No debo. Por ti, por ella y por mí. Así que, como punto y
final, te digo que, de corazón, te deseo todo lo mejor. Hoy, mañana, el año que
viene, al otro y dentro de cincuenta. Que consigas todas las metas que deseas y
están al alcance de tu mano. Que te quieras a ti misma antes que, incluso, a tu
gato. Pero también que recuerdes lo bueno de mí y deseches un poco lo malo, que
no es poco. Si a veces, como yo, buscas algún por qué, piensa que el destino
tenía otros planes. Yo siempre te estaré eternamente agradecido, a pesar de
todo: me quisiste de verdad y hoy parece que eso es delito. Adiós, querida, y
buena suerte.
Gregorio S. Díaz "Oye"