Te tuve. Entera y por completo.
Te tuve tanto que había que alejarse. A veces me da por verte en otras caras,
en otro pelo. En otras espaldas y en otro cuerpo. Y se acelera el tonto corazón,
muerdo mi labio, pienso en ti y pierdo la razón. Sabiendo, como sabe, que es
otra persona, se cree de verdad que eres tú, tan solo por la silueta. Fue la
adolescencia, esa que te magnificó tanto que es difícil bajarte de ese enorme
escalón, varios metros por encima del cielo, donde se confunden religión y
ciencia. Me puse un caparazón con tu nombre, con el que expulsé a toda aquella
que se acercaba. Y de todo ello era consciente. Lo quería. Lo quería tanto que
ahora no entiendo cómo me creía las cartas que con tu puño y letra me
regalabas. Esas que releo alguna noche, porque las tengo en un cajón, aquí
guardadas. Qué tontos e inocentes nos encuentro, peleando por sinsentidos y
aguantando los envites del mundo. Ese que no nos quería juntos. Al final se
salió con la suya. Lo que no sabía era que tú, tarde o temprano, te irías. Que
yo también me alejaría. Que no volverías. Que, si lo hacías, solo sería de
manera temporal, efímera y fría. Como la última vez y aquella comida. Que si lo
hacías, solo era para abrir heridas y exponer mentiras. Para ver qué tal voy y
cuánto de mi te has perdido. Eso, al menos creo que lo has comprendido. Lo que no
sabes es que te tengo. Tan cerca que te muerdo. Tan cerca que me da miedo. Te
tengo aquí conmigo y con eso no contabas. No te das cuenta pero tengo conmigo
cada día que te he vivido. Y eso, querida, es infinito. Te tengo en un
espacio-tiempo que no es el nuestro, pero que lo fue y te tengo solo por eso. En
un pasado congelado, te tengo. Y te tendré por siempre, aunque se aleje el
recuerdo. Y te querré igual siempre, aunque no sepa qué quiero. Hasta el día de
mi muerte, maldeciré a las brujas por separarnos y depararnos esta suerte. Por
poner entre nosotros un cristal que nos hace creer que estamos a miles de
kilómetros. Tú lo sabes tan bien como yo, que un fino cristal nos separa. Un
paso. Que tengo mi mano al transparente pegada y que detrás la tienes tú también
apoyada. Separadas por cristal y vaho. Cuando me muera. Cuando me muera se
romperá. Lo tendré que romper porque tengo claro que ante ti me he de confesar
antes de expirar. No antes. El orgullo entonces de poco servirá ya. Y llorarás.
Sabremos que siempre nos tuvimos y que desperdiciamos una vida más.
Gregorio S. Díaz "Te tengo"