No sé si sabes que esto no es
vida. Ni la tuya ni la mía. Se van los segundos, formando minutos, matándonos
lentamente sin que ningún beso nos salve de la muerte corrompida. Arriesga.
Escápate conmigo. Haz la mochila. Puedo llevarte tan lejos como está el
inframundo o quedarnos a la vuelta de la esquina, si decidimos empezar rápido a
amarnos. ¡Vive! Dímelo bajito o grítamelo en los oídos. Háblame perspicaz,
pícara y sensual. Dime que estás harta de la rutina, de planificar años y años
y de pensar en estancarte. Vive y vive todo conmigo. Que el tren se va. Que en
la estación nadie va esperar ya. Que todo pasa, debes saber, y solo vuelve el
miedo y la soledad. Esta última, te aseguro, puede doler tanto como amar. Vive
y déjame que te viva. Yo te doy la sangre de mis venas para que de ellas, y de
mi vida, bebas hasta que te sacies. Recorriendo mundo y compartiendo lo que no
se comparte: nuestro romance. No lo pienses, vente conmigo. Qué importa lo que
piensen, ni lo que digan, si ellos solo viven por hablar y por hablar se les va
la vida. Que sé que si no te vienes te maldecirás por el resto de tus días. Prometo
escribirte una aventura por cada día de locura. No tengo mucho para darte. Soy
pobre en dinero y rico en palabras y créeme, éstas no tienen precio si se
escriben para ti. ¿Acaso no escuchas las cadenas? Esas que te tienen colgados
los pies y maniatadas las manos. Las que no te dejan dedicarme algo más que un
pensamiento de vez en cuando. Te hicieron creer que no se puede vivir
alternativamente, que no hay escapatoria para esta sociedad demente. Y te
engañaron. Contigo puedo edificar un nuevo mundo. Conmigo, podrás ser libre y
tener un futuro justo. ¡Vive! ¡Que vivas te digo! Suelta el miedo, vente
conmigo. Agárrame la mano. Te prometo que no tendremos remedio.
Gregorio S. Díaz "¡Vive!"