Podría
haber girado la ruleta de la suerte un poquito más, joder. O no haberlo hecho
la vida, que rodando y rodando va y se nos lleva. Se nos va. Estoy seguro que,
de ser así, estarías por aquí pero no convertida en una sombra macabra que me
desgarra las entrañas cada vez que despierto, sudoroso, por pesadillas que
atraes y empañas. Aunque me cueste aceptarlo, sigues por estos lares, colmando
con gotas saladas mis ganas de necesitarte. No solo eres un recuerdo. Lo sé
porque sigues ahí cuando te ahogo en las barras de los bares. De hecho, te
haces más y más grande. Eres el dementor que no me deja, porque para un
patronum no tengo la suficiente fuerza. Todo lo alegre, te lo llevas, cuando
vienes. Podrías irte. No volver. No pensarme. No torturarme. Pero sabes que es
imposible. Maldita maldición que me echaste. Maldito el tiempo, también, que me
deshace. Que me ahoga y me empequeñece. Que me arrebata el aire. Me voy a tener
que ir tan lejos, que no sé si a diez mil kilómetros llegarás a susurrarme. Podría
echarte más de menos, pero entonces sería enfermizo. Podría no hacerlo, pero
entonces no sería yo mismo. Quizá no me acostumbro a pensar que te he perdido.
O es la nostalgia melancólica con la que me besa soledad que me dice que no te
olvido. Porque, si te pones a pensar, cada poco tiempo hemos caído. ¿No te da
la sensación a ti de que hayan pasado más de mil años? Como si un haz de luz se
nos hubiera interpuesto. Y en realidad, echando la vista atrás, solo fue hace
un momento. Pero qué lejos queda en el recuerdo. Este cobarde no va a soltar
por su boca más que mentiras que lo ahuecan. Aun teniendo una oportunidad, allá
por el dos mil cuarenta y dos. Porque lo cobardes viven de lo que creen ser y
no de lo que son. Yo soy de ti, y seré de ti, aunque te grite y me repita que no.
Gregorio S. Díaz "Cobarde"