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18 de diciembre de 2016

Cuéntame a qué te sabe el vacío.

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Cuéntame a qué te sabe el vacío, porque chica, ni con besos de rutina, ni con fotos retocadas para gustar a la gente típica, lo puedes llenar. Que sí, que sí, que has encontrado felicidad y que al fin has podido volar. ¿Cuántas mentiras más serás capaz de articular? Cuéntame, que me interesa ver cómo sigues engañándote. Que ese calor que notas es recalentado, porque lo buscas cuando menos mujer te sientes. Cuando menos persona eres. Porque todos necesitamos esa mano. Cuéntame otra vez el cuento de siempre, que me olvidaste. Que te cansaste de llorar por quien no secaba esas lágrimas. Yo sé que te das cuenta cada vez que lo niegas. Cada vez que me niegas. Que no hay ni un puto día que no te acuerdes de nuestro bendito desastre. Que hay veces que te da por, a viva voz, llamarme: no es ningún lapsus, lo haces aposta, equivocándote. Otras marcas mi número e intentas enviar un mensaje. Cuéntame qué se siente, cuando crees que te recorren mis dedos y no son ellos los que te vuelven los ojos. Sí, venga, excúsate en el tiempo. En el paso de los años. En el transcurso de la vida. Créete eso de que es inevitable ir alejándose. Querida, sabes perfectamente que ni con ochenta años. Tus arrugas seguirán ancladas en el recuerdo de mi juventud tan adorada. Cuéntame qué haces para quitarte toda esa rabia. La que te inunda cada vez que de mí te hablan. Que sé que tus piernas tiemblan y tu corazón se acelera. Que sé que lo ahogas en helados y en paseos de mierda. Sigue, tranquila, que no es por querer demandarte nada. Era solo por ver cómo acaba la farsa. Porque acabará y sé que tendré que sobrepasarla. Si lo sé, es porque lo he vivido. Porque yo también me he recalentado. Porque yo también me lo he creído. Si lo sé, es porque te escucho pensarlo: no sé cómo, pero, de alguna manera, estamos conectados. Yo, si quieres, te cuento. No me importa decirte a qué me sabe mi vacío: a silencios, a ausencias. A locura. A autocensura. A querer leer más. Querer morir y vivir. Las dos por igual. Un vacío que pronto se llenará de todo, y, sobre todo, de verdad. De realidad. Al tuyo sigue haciéndolo rebosar de maldiciones, mentiras y de estrella, que es fugaz.

Gregorio S. Díaz "Cuéntame a qué te sabe el vacío"

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