Cuánto
alargamos la agonía. A decir verdad, más la tuya que la mía. No tuve la piedad
que, en realidad, hoy sí que te tendría. Cuánto alargo yo mis penas y mis idas
y venidas. No sé cuántas veces me he propuesto hacerte una propuesta. Tantas como
las veces que he desechado la idea. Eso sí, aquí me planto. Antes de que el
ciclo de un nuevo año empiece y esperance. Antes de que las periodizaciones artificiales
incidan en la estúpida conciencia humana que nos sume en estos trances. Ya no
volveré a pedirte más perdón. Ni una palabra más de arrepentimiento. Lo he
comprendido de una vez, que el pasado no se puede arreglar y a él no hay manera
de volver. Ni para romper ni para deshacer. Ni tan siquiera para reconocer. Que
las nuevas mañanas, ahora frías y bañadas de rocío, son nuevas oportunidades
para poder partir y saltar a inmensos vacíos. Incluso podrían ser perfectas
para enseñarte el tesoro que tengo y no las hojalatas que un día, contigo
ilusionada, te prometí. Juro que, caminando a tu lado por esas calles que tan
bien conocemos, me lo creí. Lo de poder volver a ser. Más bien, lo de ser por
primera vez. Puede que en días que embriagado casi me desmaye, cuando soledad
me pise el cuello y mis lágrimas estallen, cuando la impotencia me pueda y no
me controle, saque ese valor que nunca he tenido para contarte todos los
detalles. Estoy seguro de que también querrías añadir muchos matices. Te diré
que a los veinte, por no querer, no quería ni a esa de las extrañas miradas, la
que me contuvo tanto tiempo en sus manos. Y será verdad, aunque no te lo creas.
Te diré que las clases no pasan en vano. Que las experiencias a las personas
crecen. Que mi alma se atormenta por los actos no bondadosos de un cuerpo que
iba de gran persona y solo era un cuentacuentos de mierda. Un embaucador de
flores mustias. Roto por dentro, roto por fuera. Buscando hilo de dragón para
coser heridas. Como si tuviera a la Historia de mi parte. Con tus besos, días
buenos y días malos, habría bastado. Habrían sanado y cicatrizado. Te diré que
eso ya no importa, porque no está en nuestra mano. A partir de hoy, todo
podemos cambiarlo. Ya sé que no puedes olvidarlo. Yo tampoco lo hago. Solo te
diré, si es que tengo el valor, que nada se pierde por intentarlo. Aunque supongo que para
entonces, ya será tardé. En verdad como todo lo que hago.
Gregorio S. Díaz "Te diré, si es que tengo valor"