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8 de diciembre de 2016

Te diré, si es que tengo valor.

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Cuánto alargamos la agonía. A decir verdad, más la tuya que la mía. No tuve la piedad que, en realidad, hoy sí que te tendría. Cuánto alargo yo mis penas y mis idas y venidas. No sé cuántas veces me he propuesto hacerte una propuesta. Tantas como las veces que he desechado la idea. Eso sí, aquí me planto. Antes de que el ciclo de un nuevo año empiece y esperance. Antes de que las periodizaciones artificiales incidan en la estúpida conciencia humana que nos sume en estos trances. Ya no volveré a pedirte más perdón. Ni una palabra más de arrepentimiento. Lo he comprendido de una vez, que el pasado no se puede arreglar y a él no hay manera de volver. Ni para romper ni para deshacer. Ni tan siquiera para reconocer. Que las nuevas mañanas, ahora frías y bañadas de rocío, son nuevas oportunidades para poder partir y saltar a inmensos vacíos. Incluso podrían ser perfectas para enseñarte el tesoro que tengo y no las hojalatas que un día, contigo ilusionada, te prometí. Juro que, caminando a tu lado por esas calles que tan bien conocemos, me lo creí. Lo de poder volver a ser. Más bien, lo de ser por primera vez. Puede que en días que embriagado casi me desmaye, cuando soledad me pise el cuello y mis lágrimas estallen, cuando la impotencia me pueda y no me controle, saque ese valor que nunca he tenido para contarte todos los detalles. Estoy seguro de que también querrías añadir muchos matices. Te diré que a los veinte, por no querer, no quería ni a esa de las extrañas miradas, la que me contuvo tanto tiempo en sus manos. Y será verdad, aunque no te lo creas. Te diré que las clases no pasan en vano. Que las experiencias a las personas crecen. Que mi alma se atormenta por los actos no bondadosos de un cuerpo que iba de gran persona y solo era un cuentacuentos de mierda. Un embaucador de flores mustias. Roto por dentro, roto por fuera. Buscando hilo de dragón para coser heridas. Como si tuviera a la Historia de mi parte. Con tus besos, días buenos y días malos, habría bastado. Habrían sanado y cicatrizado. Te diré que eso ya no importa, porque no está en nuestra mano. A partir de hoy, todo podemos cambiarlo. Ya sé que no puedes olvidarlo. Yo tampoco lo hago. Solo te diré, si es que tengo el valor, que nada se pierde por intentarlo. Aunque supongo que para entonces, ya será tardé. En verdad como todo lo que hago.

Gregorio S. Díaz "Te diré, si es que tengo valor" 


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