Fue tan bonito ver cómo me
partías el corazón que volvería a dejarme romper. Porque contigo se hincharía y
llegaría a ser tan grande, que poco me importaría que se quebrara en dos o tres.
Estaban tan deliciosas las heridas que me hiciste, las mismas que me tuve que lamer
y hacer sanar con saliva, de ellas y de la mía, que te dejaría volver a
abrirlas. Incluso hacer nuevas en otras vías que ahora parecen, de inertes,
muertas. Las cicatrices, debo decir, dejan la boca amarga y seca. Fueron tan
mágicos aquellos míseros tres segundos de unión, besos y amor, que valdría la
pena cruzar el desierto solitario de mil años, solo por repetirlos. Aunque
fuera efímera tu presencia y eterno el mío dolor. Fueron tan jugosas las noches
de aventura, que le vendería el alma al mismísimo diablo si un día promete que
te tendré aquí, cometiendo locuras. Volviendo a querer para luego partir. Para
llorar. Para escribir. Para sufrir. Para sentir. Para, al fin y al cabo, vivir.
Todo lo demás que no sea ni tú ni yo, no será morir, qué va. Pero sí trasegar.
Errar. Imitar. Conformidad. Sobrevivir. La única vida que nos dieron,
malgastar.
Gregorio S. Díaz "Fue tan bonito que.."