Todo tiene que cambiar. Todo
tiene que girar. Y no lo hace, y no lo hago. Y no es por pereza ni por falta de
ganas. Quizá sea por la rutina de estrés diaria y porque no me dejan
transformar esta maldita dinámica. Para la confianza es un abismo total cada
minuto que pasa. El miedo me hará fallar cuando, por lástima, me digan que me
ponga a parar. El gusanillo que antes cada domingo mataba ahora casi me come el
alma todos los fines de semana. Y mira que no atento contra el cuerpo ni sus
vicios nocturnos, de los que, no oculto, tiene tremendas ansias. Sacrifico el
tiempo que no tengo por una oportunidad que no llega, que no tengo. Que
desaprovecharé. Puede que ya no tenga las cualidades necesarias. Ni la cabeza
en su sitio y concentrada. Que no doy, en esta categoría, la talla. Que siento
que esto se acaba, que se mueren los años en los que noventa minutos cambiaban
el rumbo de toda una semana. Que muere una parte de mí, otra, y ya no sé ni lo
que me queda. Me dejaré el pellejo para volver, en lo que resta para el
término, antes de la definitiva retirada. Volveré, estoy convencido, a dominar el área como ninguno. A volar en
el aire y caer en picado con el balón seguro. Y volveré para irme. Para dejar
de lado el lado oscuro de todos los años. Que no quiero tener que llorar otra vez
por el fútbol.
Gregorio S. Díaz "Mi retirada"