No te estoy pidiendo la Luna. Ni
si quiera yo te la estoy ofreciendo. No te estoy diciendo que es posible volver
atrás y cambiar una realidad que ya fue. No te digo que las lágrimas caídas, el
dolor y el vértigo puedan echarse hacia atrás. Existieron y a los dos nos
hicieron. No te estoy diciendo que, perdonando, olvides. Aún incluso mi cabeza
no se perdona y mi corazón no lo olvida. Que eras tú la elegida para alejar a
locas consentidas y los días negros de remordimientos y de mi particular vagar
por las calles del mundo de capa caída. Que tus cabellos dorados tenían la
fórmula perfecta para tener un firme caminar: dejarse llevar. Esas palabras que
yo no entendía porque parecían estar escritas con tinta china. Las mismas que
no escuchaba porque el diablo, disfrazado de ella, la oreja me mordía cada vez
que me convencías. Lo pensé en su momento: que me arrepentiría. Que volvería.
Hasta tú, estoy seguro, lo sabías. Que otra oportunidad no me darías y que esto
saborearías. No te culpo, es lo justo. No te digo que vuelvas, ni que quiero
volver. No te repito que lo siento, por enésima vez. No lo hago y no lo haré.
Nunca lo hemos hecho. Y mientras pues que pase el tiempo. Vendrá un bandolero
que te robe hasta el cuerpo, con el que yo no pude. Me quedaré solo, pensando
que una vez te perdí. Que te tuve.
Gregorio S. Díaz "No te digo"