Seguramente,
hubiera tenido más suerte si en vez de naranja, hubiera elegido el limón con
aroma a manzana del que quedé prendado, sin un beso, a pesar de dormir en su
cama. Ella sabía a caramelo y no me dejaste probarlo. Primavera, ron y vasos.
Celos, tu queriendo amor, yo muriendo por dártelo. Ahí fue cuando te elegí.
Cuando dije, tienes que ser para mí. Ya no eras la diosa que por los cielos
caminaba, yo a tu lado, en ese edén, estaba. Te robé tantos besos en el lugar
donde se calientan los cuerpos, en tu portal, como tengo grabado. Me dejaste
tan seco. Tan loco y tan disuelto. Tan cambiado y tan distinto. Quise creer que
la última serías. Que eras la perfecta, la histórica y la musa de todas mis
letras. La que esperaba y no encontraba. Con quien ser y perderse en viajes por
la Antártida. Tuviste que ser tú diva del momento, la que me pararas los pies y
me pusiera recto. La que me recogiera la baba y luego me dejara soltando
lágrimas, de luto por el funeral de lo nuestro. Que quemabas tanto que pensé
que tu nombre te hacía justicia. Hoy mi piel, por tu culpa, está negra y hecha
cenizas. Tuviste que ser tú, la que me devolviera un sueño y, a la vez, la que
hiciera en añicos romperlo. La que me devolviera todas las mentiras que había
dicho y el mal hecho. La que se esfumó sin decirme un por qué o explicarme qué
fue lo que la cambió por completo. El mismo que aún espero. Qué locura, diva
del dinero, qué alejaste mi pasado y truncaste todo mi futuro.
Gregorio S. Díaz "Diva"