Ojos vidriosos al mirarte.
Todavía no logro explicarme por qué no puedo ni la mirada aguantarte. Por qué
se me humedecen los ojos de lágrimas que como puños quieren las mejillas
recorrerme. Yo las aguanto, evitándote. Es que, sin creer, sé que te viste esa
magia con la que fantaseo entre palabras. Que, de tu aura, tienes rodeada toda
mi figura, mi camino y mi vida que es ciencia, pero no exacta. Me he quemado
por ti tantas veces, que no me duele. Que lo haré hasta que loco me quede. Te
he visto con cuatro ojos, porque ella, cuyas manos a las mías entrelazaban
también te contemplaba. Lo siguen haciendo desde un pañuelo que todavía huele a
mí si es que no está hecho harapos. Te he cantado cada noche que delante de ti
he corrido. Hoy ya no me queda voz. Y lo he hecho desde chico. No sé sí es
porque me gusta desentonar o porque has hecho que de cultura me llene, pero
sabes que no creo ni en dioses ni reyes. Que ellos llaves de ningún destino
tienen. Creer en ti, por ilógico que parezca, es de lógica. Tu alma está llena
de todos los que un día pisaron estas calles. Y yo soy de aquí, diga lo que
diga mi sangre. Que tengo miedo a que tiemble mi mano, ahora que escribo tu
historia. Que tengo miedo de mis miedos,
y necesito que los remedies.
Gregorio S. Díaz "Remedios."