Yo te he creado. Tú nunca te has
hecho, ni me has inducido a hacerte. Yo te he moldeado. Solo tenía tu sombra,
después de comerte la carne y los huesos durante un tiempo breve, efímero, en
el que al saciarme te despedí, como quien dice adiós agarrando otra mano. Otro
cuerpo. Solo tenía tu recuerdo etéreo. Ni adecuado era el momento, la
coyuntura, ni tampoco lo era tu pensamiento, tu nula locura. No existían las
ganas, los besos y las palabras. Alguien decía que esperara a que una bola
entre nosotros se creara, y yo temía que esa misma bola se hiciera tan grande
que me aplastara, que los movimientos me redujera. Yo te he creado, después de
sentir en mí el vacío de alejarte en ese tren y verla a ella diciéndome adiós
en la estación, agarrando ya otra mano. Otro cuerpo. ¡Como yo mismo había
hecho! Tú nunca te has hecho, no supiste ponerme las cartas sobre la mesa,
cogerme fuerte la cabeza, gritarme tus miedos, soltarme toda tu rabia. Yo te he
moldeado, tras la madurez y la perspectiva, de la que ahora entiendo. Te he
construido en mi memoria. Te he puesto los adjetivos calificativos que no veía
cuando te tenía. Tú nunca me has inducido a hacerte. Se derrite el helado, la
tarta y se me cae el vaso. Dejo de hacerte, de recomponerme para recomponerte. Acabaré,
otra vez, estoy seguro, destruyéndote, ganándome el rencor que convertiste en
perdón. Todo es recíproco. Todo lo que viene va y lo que va viene. Acabarás de
nuevo haciéndome, leyendo mis instrucciones. Y yo haciéndome a mí mismo y
compartiendo piezas y helados, complementándome.
Gregorio S. Díaz "Yo te he creado, tú nunca te has hecho."