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19 de abril de 2017

Yo te he creado, tú nunca te has hecho.

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Yo te he creado. Tú nunca te has hecho, ni me has inducido a hacerte. Yo te he moldeado. Solo tenía tu sombra, después de comerte la carne y los huesos durante un tiempo breve, efímero, en el que al saciarme te despedí, como quien dice adiós agarrando otra mano. Otro cuerpo. Solo tenía tu recuerdo etéreo. Ni adecuado era el momento, la coyuntura, ni tampoco lo era tu pensamiento, tu nula locura. No existían las ganas, los besos y las palabras. Alguien decía que esperara a que una bola entre nosotros se creara, y yo temía que esa misma bola se hiciera tan grande que me aplastara, que los movimientos me redujera. Yo te he creado, después de sentir en mí el vacío de alejarte en ese tren y verla a ella diciéndome adiós en la estación, agarrando ya otra mano. Otro cuerpo. ¡Como yo mismo había hecho! Tú nunca te has hecho, no supiste ponerme las cartas sobre la mesa, cogerme fuerte la cabeza, gritarme tus miedos, soltarme toda tu rabia. Yo te he moldeado, tras la madurez y la perspectiva, de la que ahora entiendo. Te he construido en mi memoria. Te he puesto los adjetivos calificativos que no veía cuando te tenía. Tú nunca me has inducido a hacerte. Se derrite el helado, la tarta y se me cae el vaso. Dejo de hacerte, de recomponerme para recomponerte. Acabaré, otra vez, estoy seguro, destruyéndote, ganándome el rencor que convertiste en perdón. Todo es recíproco. Todo lo que viene va y lo que va viene. Acabarás de nuevo haciéndome, leyendo mis instrucciones. Y yo haciéndome a mí mismo y compartiendo piezas y helados, complementándome.

Gregorio S. Díaz "Yo te he creado, tú nunca te has hecho."

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