A ver si es
verdad que este adiós es último que se nos va. Que la vida está cansada ya, de
nuestro eterno errar. Del olvido sistemático. Del recuerdo colmado. De tener la
necesidad. De hablar, de sentir, de ser y de colorear. Todo aquello que en
blanco y negro está. Que también se vive si lejos estás. Que no por lo nuevo
que hayas vivido voy a morir o te voy a olvidar. Es recíproco, querida, tú no
lo controlas y no lo puedes evitar. Está visto y comprobado, más de un día se
nos enciende la vena y se apura el vaso con una finísima gota, quedando todo
desbordado. Inundado y anegado. Nosotros, ahogados. Se nos vuelve el puto
tiempo atrás, pensando en lo que pudo ser y nunca será. En todo lo que perdimos
en una guerra absurda. En que nos hemos reconstruido y no son los cimientos que
conocimos. Que se han borrado todas aquellas palabras que un día nos dijimos.
¿Qué creías? Solo alimentas mi alma en pensamientos, dándole dinamismo a mi
pluma que te escribe a través de mi mano. Que no eres la musa, ni tan si quiera
un mito. O todo o nada, eso es lo que somos y fuimos. No hay un término medio.
Como en la política, yo soy partidario de un extremo. El izquierdo, porque fui
un revolucionario barbudo desembarcando en la playa del girón de tu piel. Esos
acontecimientos que ya son Historia que en páginas de libros tendré que leer.
Tú también. Que no es perversión, sino impotencia. Qué quieres, si me explican
lo acaecido o lo que puede ser, en realidad, apariencia. Lo que no te iba a
preguntar porque no quiero saber ni la mitad. Hemos cambiado, yo ya lo daba por
hecho. La perspectiva, el tiempo, el viento y todos los cuentos. Ellos tienen
la culpa, ellos han sido. El recuerdo que se hace olvido va siendo más benévolo
que el tiempo convulso que vivimos. Y si no, ¿qué querías? ¿Trastocar un mundo
que pedazo a pedazo relamía? ¿El que sigo haciendo todavía? ¿Mover hilos para
que supieras que estás ahí a pesar de tus nuevos mil días? ¿Repetirte como
vacuna? ¿Sostenerme en tu juego, el de toda la vida? Que yo no me arriesgo por
causas perdidas. Por besos que no son míos, ni por letras que no me priorizan.
Que yo, me da igual si tu no, seguiré pensando en lo que fui contigo. En lo que
me has convertido. Olvidando que tengo una sangre no tan roja y pura, esa que
ya has bebido. Que ya no somos destino, porque ninguno de los dos ha querido.
Tú habías elegido. Yo, cuando me levante del letargo, ya habré decidido.
Gregorio S. Díaz "¿Último adiós?"