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13 de mayo de 2017

Las veces que te he negado.

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No sabes cuánto y cuántas veces te he negado en voz alta. No sabes cuántas veces he dicho que dolió, pero que ya no importas ni dueles. Que fue difícil borrarte, pero que ya no me existes. Tantas veces que, cuando me lo repito, se hunde, más y más profundo, en mi garganta un puñal que debe ir ya por más de la mitad. No sabes que aún conservo en la mirada el brillo de echarte de menos y que a falta de tu rostro y tu figura a lo lejos, se lo regalo a fotografías que ha madurado el tiempo. Esas en las que nuestros ojos encajaban, como lo hacían también nuestros besos. No sabes que yo ya lo he entendido. Que lo de negarnos es mutuo. Y no es de ahora. Y no es de antes. Es desde el principio. Incluso puede que antes del principio. Recuerdo cuando por primera vez alguien me dijo que se me notaba. ¡Que me gustabas! En aquellas escaleras, un día cualquiera de mediados de septiembre, te negué la primera vez. Tiritando y nervioso me zafé de ti como quien se zafa de un mal recuerdo. Excusándome en lo que pude, negué una verdad que no podía ocultar. Te he negado tantas veces desde entonces…Te he odiado otras tantas…De mi boca han salido miles de mentiras en forma de despecho, ira, rabia y celos. En forma de nostalgia, pudor y miedo. Como si tuvieras que pedirme perdón por todo lo que me has hecho. Contando todo lo malo, el perdón no es necesario, pues supe qué es vivir y morir por tener a alguien al lado. Supe que estaba vivo, porque el dolor y la pasión, por iguales, me quemaban entero. Tantas mentiras de mi puño y letra han salido, que los mensajes del agua de la que mi cuerpo está hecha, se llenaron de geometrías pintorescas y demoníacas. ¡No sabía por qué! No sabía por qué de día te negaba ante el público y de noche te lloraba, cuando en mi cama y solo estaba. Ni por qué aún lo hago. ¡No lo sabía! Pero ya entiendo. Cada negación ha sido una aplastante afirmación. De ti, como persona perfecta para limar y rellenar unas piezas y unas fronteras, ahora aisladas y valladas con alambra de espino. Cada vez que dije ‘ya pasó’, sigue pasando. Cada vez que dije ‘te odio’, en realidad, era un ‘te quiero’. Y por eso te lo decía a gritos. Porque a veces las palabras que nos hieren se dicen en silencio. Se visten de otras porque uno tiene miedo. De decir la verdad y quedar expuesto. Ante tus mismos desprecios, ayudados por el tonto de turno, ante la sociedad, que nos enfrentó en duelo a muerte porque nosotros quisimos, y ante mí mismo y a mi puto orgullo. Cada vez que, de mi tinta mentiras han salido, fue porque he camuflado verdades, codificadas para que solo tu pudieras entrelíneas leerlas. Entenderme. Contigo comunicarme. Pretendiendo herir, otras veces hacer sentir, recordar. Cuando lo que quería erar querer todas esas contradicciones. ¡No lo sabía! Siempre será así. Volveré a negarte mil veces más. Volveré a decirte ‘te odio’. Compitiendo, hasta la eternidad, vamos a estar. Por un beso, por una noche, por una tonta, por una cosa más. Haciéndolo para que el otro un paso intente dar. Y así estamos. Que los dos, en vez de para adelante, los hemos dado para atrás. Y así no sé dónde estoy. No sé dónde estás.

Gregorio S. Díaz "Las veces que te he negado"

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