No sabes cuánto
y cuántas veces te he negado en voz alta. No sabes cuántas veces he dicho que
dolió, pero que ya no importas ni dueles. Que fue difícil borrarte, pero que ya
no me existes. Tantas veces que, cuando me lo repito, se hunde, más y más
profundo, en mi garganta un puñal que debe ir ya por más de la mitad. No sabes
que aún conservo en la mirada el brillo de echarte de menos y que a falta de tu
rostro y tu figura a lo lejos, se lo regalo a fotografías que ha madurado el
tiempo. Esas en las que nuestros ojos encajaban, como lo hacían también
nuestros besos. No sabes que yo ya lo he entendido. Que lo de negarnos es
mutuo. Y no es de ahora. Y no es de antes. Es desde el principio. Incluso puede
que antes del principio. Recuerdo cuando por primera vez alguien me dijo que se
me notaba. ¡Que me gustabas! En aquellas escaleras, un día cualquiera de
mediados de septiembre, te negué la primera vez. Tiritando y nervioso me zafé
de ti como quien se zafa de un mal recuerdo. Excusándome en lo que pude, negué
una verdad que no podía ocultar. Te he negado tantas veces desde entonces…Te he
odiado otras tantas…De mi boca han salido miles de mentiras en forma de
despecho, ira, rabia y celos. En forma de nostalgia, pudor y miedo. Como si
tuvieras que pedirme perdón por todo lo que me has hecho. Contando todo lo
malo, el perdón no es necesario, pues supe qué es vivir y morir por tener a
alguien al lado. Supe que estaba vivo, porque el dolor y la pasión, por
iguales, me quemaban entero. Tantas mentiras de mi puño y letra han salido, que
los mensajes del agua de la que mi cuerpo está hecha, se llenaron de geometrías
pintorescas y demoníacas. ¡No sabía por qué! No sabía por qué de día te negaba
ante el público y de noche te lloraba, cuando en mi cama y solo estaba. Ni por
qué aún lo hago. ¡No lo sabía! Pero ya entiendo. Cada negación ha sido una aplastante
afirmación. De ti, como persona perfecta para limar y rellenar unas piezas y
unas fronteras, ahora aisladas y valladas con alambra de espino. Cada vez que
dije ‘ya pasó’, sigue pasando. Cada vez que dije ‘te odio’, en realidad, era un
‘te quiero’. Y por eso te lo decía a gritos. Porque a veces las palabras que
nos hieren se dicen en silencio. Se visten de otras porque uno tiene miedo. De
decir la verdad y quedar expuesto. Ante tus mismos desprecios, ayudados por el
tonto de turno, ante la sociedad, que nos enfrentó en duelo a muerte porque
nosotros quisimos, y ante mí mismo y a mi puto orgullo. Cada vez que, de mi
tinta mentiras han salido, fue porque he camuflado verdades, codificadas para
que solo tu pudieras entrelíneas leerlas. Entenderme. Contigo comunicarme. Pretendiendo
herir, otras veces hacer sentir, recordar. Cuando lo que quería erar querer
todas esas contradicciones. ¡No lo sabía! Siempre será así. Volveré a negarte
mil veces más. Volveré a decirte ‘te odio’. Compitiendo, hasta la eternidad,
vamos a estar. Por un beso, por una noche, por una tonta, por una cosa más.
Haciéndolo para que el otro un paso intente dar. Y así estamos. Que los dos, en
vez de para adelante, los hemos dado para atrás. Y así no sé dónde estoy. No sé
dónde estás.
Gregorio S. Díaz "Las veces que te he negado"