¿Te acuerdas de
nuestra guerra? Los dos salimos heridos. Los dos de muerte. Nos enfrentamos
cuerpo a cuerpo, beso a beso. Supimos el sabor de la sangre en el paladar. Lo
que era la mala y la buena suerte. Lo que era el infierno y el paraíso. No
quisimos dialogar. Como si la diplomacia no se hubiera inventado más atrás de Roma.
Decidimos querernos, romper, batallar. Dejarnos provocar. Defender, defender y
atacar. Yo un beso a otra, tú la mano a otro, y Guerra Mundial. Escondidos en
las trincheras, hasta que, por fin, entre minas, disparos, balas y soldados nos
volvimos a encontrar. Portaban una bandera blanca, sobre la que nos envolvimos,
eran las sábanas de tu cama. Eso fue lo nuestro: guerra con breves treguas de
paz. Treguas de paz con una larga guerra. No fue posible un acuerdo, ni tan
siquiera un armisticio. Nuestras Coreas no se volverán a unir. Siempre estarán
al borde de la guerra, del precipicio. Hoy, totalmente desarmado, ando por los
campos yermos en los que mutuamente nos desangramos. Aquí dejo mi chaleco, mis
botas y mi boina. Mi cigarrillo, mi reloj y mi revólver negro. Prometo no
volver a disparar. Tú, si me ves, por favor, aprieta ese maldito gatillo una
vez más.
Gegorio S. Díaz "Nuestra guerra"