Tuyo. Soy tan tuyo, que ya que
más importará reconocerlo. No soy ni mío. No me pertenece nada de lo que soy ni
nada de lo que he sido. Soy tuyo. Completamente tuyo. Siempre lo he sido. Tú me
hiciste y yo me dejé hacer. Yo nunca he hecho, y a veces incluso tampoco dejé
que me hicieran. Ahora que la última gota de lluvia ha dejado de mojarme,
cuando el horizonte ni oteo porque tengo que mirarla y serenarme, cuando vuelve
a no entrar nada por la ventana, ni del verano el aire, es cuando entiendo que,
si no soy tuyo, no seré de nadie. Es cierto, compartí noches enredosas con
otras, bebí mil chupitos con quien creía, tontamente, que era toda una diosa.
Me lamento, también, por no agarrar las manos a la que prometí verdades
universales. De esas que ya a ninguna quiero darles. Me considero tonto por
creer mentiras de chicas que tienen las piernas muy cortas, y el trasero
demasiado grande. Pero, qué más dará el tiempo perdido si todo puede ser revertido.
Si aún queda tiempo para aprovechar el tiempo, aunque no regrese la aguja al
principio. Soy tuyo. Tan tuyo que lo entiendo. Yo no te quiero cortar, ni
herir, con el afilado cuchillo que porto en mis adentros. Con mis miles de
dagas, disfrazadas de defectos. Con todo lo que soy y que siempre daño ha
hecho. No seré de nadie, tampoco tuyo. Porque tú ya no existes, aunque yo siga
siendo tuyo.
Gregorio S. Díaz "Tuyo"