La culpa la tengo yo. De todo, de
tantas cosas. De que todo sea como es. De que nada haya sido diferente. Cuántos
colores me he comido sin verlos, y luego he perdido. Cuántos caminos se han
quedado en el camino, por elegir senderos que me han traído hasta donde hoy mis
pies rastreo. La culpa es mía. Pero qué le hago si he elegido este destino.
Será por algo por lo que ha sucedido. Será porque no importa todo lo que he
perdido. La culpa siempre fue mía. Por creer. Creía, firmemente, que no me
querías. Que solo era un juguete en manos de mi mejor amiga. Que me engañarías.
Como todos y todas hacen por estos rurales parajes. Más tarde, creí no
necesitarte. Poder mis necesidades satisfacer sin tener tu beso cada noche para
colmarme. Que no te echaría de menos después de que me saciasen. Pero el hueco
entre mi pecho y mi barbilla, solo tú conoces. Luego, cuando se agotó la
suerte, cuando a cada una despedí como billete en un casino de mala muerte, y tú
elegiste forjar recuerdos sin que yo formara parte de ellos, creí necesitarte.
Tener que volver a verte. Hacer lo imposible para que me vieras con los ojos de
septiembre. Pero entonces se me olvidó llamarte. Continué, como lo hacen todas
las cosas que pasan, sin morirme por no tenerte. Se me olvidó escribirte. Lo
que no se me olvidó fue olvidarte. Y no quiero que te vayas y no quiero
olvidarme. Qué sería yo sin lo que fui. Qué serías tú sin mí. Por eso tú
tampoco me olvidaste, a pesar de los besos con los que has borrado mi nombre.
Por eso volviste a escribirme. Y a explotarnos la bomba que siempre hemos
manejado. La que, si revienta, nos hunde el pecho y nos hace daño. Como ya ha
pasado. Lo que creo ahora es que, cuando el tiempo te traiga olores pasados, fotografías
de antaño, cuando la barrera del olvido te supere, y de mí te deje algún rastro,
volverás a buscar en lugares equivocados. Lo fácil hubiera sido insistir. Ser
pesado. Tener tu cuello en mis manos. Escribirnos banalidades y no ser directo.
O serlo y dejar la duda a posibles encuentros. Por eso busca bien cuando olvido
deje un poco de paso. Cuando el eclipse que te nubla deje de oscurecer nuestro
pasado. Busca bien. No será fácil encontrarme en este mundo que no pertenece a
los desheredados.
Gregorio S. Díaz "La culpa la tengo yo"