Es matemáticamente improbable,
pero, siendo realistas, imposible. Que dos piezas, moldeadas por el tiempo, por
su experiencia, por sus actos, por su espacio, por su tiempo, por la historia,
por la erosión de los vientos que traen consigo desilusión y hechizos malditos,
encajen a la perfección. Que, si lo hacen, no haya fisuras, ni hendiduras por
las que colarse el agua que, con su dilatación anómala, vaya resquebrajando lo
radiactivamente unido. Separando lo que no es, ni ha sido, perfecto. Porque la
primera condición es ser coetáneos. Quién no ha soñado con la chica de cromañón
que hizo saltar por los aires su tradición e ideales antiguos. Con Cleopatra,
la emperatriz Teodora, Juana de Arco o María Antonieta. Con Krupskaya, Audrey,
Monroe o Elsa. Y, sin embargo, de todas ellas nos privó el tiempo y su
capricho, la historia y su progreso, el lento y constante avance de las agujas
de un reloj que nos va envejeciendo. Matando. A raíz de esto, ¿cuál era la
probabilidad de que llegáramos a ser coetáneos? ¿Y la de que podamos serlo? La
segunda premisa es coincidir. Que hechos causales y casuales, objetivos y
subjetivos, nos lleven a conocernos y a tomar un mismo camino. Piénsalo, ¿cuál
era la probabilidad de que coincidiéramos? ¿De que casualmente me miraras y de
que causalmente te enamoraras? ¿Cuál es la probabilidad de que coincidamos? Lo
tercero, último y más complicado, es conectar. Encajar. Las mentes y los
cuerpos hilvanar, coser, uniéndose. Tener el valor de no dejar pasar a ninguna
duda ni que se creen las famosas fisuras. Mantenerte fuerte en el hecho de ser
uno, siendo dos, para siempre. Seamos realistas, ¿cuál era la probabilidad de
que conectáramos? ¿Cuál es ahora la realidad de encajar? Ser coetáneo,
coincidir, conectar. Tres condiciones que solas no pueden hablar. Que se tienen
que interrelacionar. ¿Cuál era la probabilidad de que, siendo coetáneos, coincidiéramos
y conectáramos? ¿Cuál es la probabilidad de ser coetáneos, de coincidir y de
que conectemos? Ya te respondo yo que
fueron muy bajas las posibilidades. Una entre miles de millones. Y joder,
conseguimos romper la estadística y todas las probabilidades. Pero no pudimos
con el agua que resquebraja y que nos hizo añicos como los pedazos tan
pequeños de los rotos cristales. ¿Cuál es la posibilidad de que, habiendo sido coetáneos,
coincidido y conectado, vuelva a repetirse ese ciclo? Ya me respondo yo que no existe
cifra alguna. Probabilidades ya no hay ninguna.
Gregorio S. Díaz "Probabilidades"