Tanto Nostalgia como Distancia son
las dos caras de una misma moneda. La distancia no solo separa, sino que amarga.
La nostalgia no solo amarga, sino que retuerce las paredes del alma. Las dos
conviven en el seno de un universo lleno de negra magia. A veces se torna blanca,
pero siempre de maldad y miedo se sacia. Las dos te destapan la cara, y la
careta, cuando a las cinco de la mañana sigues despierto, removiéndote, en tu
cama. Las dos te disipan la vida, que se te va cada día un poco más por las
rejillas de las ventanas. Las dos te acobardan. Te pueden, te matan. Te hacen
esconder, en los más recónditos lugares de tu interior, lo que anhelas, deseas
y esperas. Te hacen renunciar a los sueños de cuando reinabas en la juventud, y
a la realidad que quisieras con todo el grueso de tu cuerpo, agarrar. Las dos
te encierran, te quitan la libertad, tu iniciativa. Te hacen preso de sus
garras. Te sumen en un estado de letargo, en el que se confunden espacio y
tiempo, memorias y presente, recuerdos y fantasías. Te envuelven en el mundo de
los tristes sentidos y te llenan de música el oído. Luego las dos te disparan
entre ceja y ceja, devolviéndote a la cruda acera, fría, nocturna y de lluvia
mojada. Las dos te tiene prisionero de un hoy que nunca acaba, pues no tiene un
mañana. Las dos no te dejaron decir, después del último adiós, espera, vuelve,
quédate, para.
Gregorio S. Díaz "Las dos"