No mentía. Aunque claro, cómo vas
a saberlo tú si no has leído nada de lo que, en versos, te prometía. No mentía,
te lo juro. No quise aparentar ni quedar bien. Mis intenciones eran honestas,
mi discurso verdadero. Yo quería. Y fíjate bien en cómo conjugo los verbos,
porque están en pasado. Que te has quedado de pie en la estación de ladrillos
rojos, mirando el reloj, haciendo temblar la pierna derecha, mirando hacia los
lados, como nerviosa, esperando a alguien. Mientras, yo iba montado en ese tren
que ha pasado de largo. Que ya se ha marchado. Y ahí, como estabas, de pie, te
has quedado. No sé qué que nos pasa, que no nos coincidimos. Ni en el beso, ni
en las ganas, ni en el tiempo. Así pasen cinco o dos años. Te digo adiós con la
mano, aunque ya hayamos llegado a otra ciudad y yo mire al horizonte lejano. No
voy a decirle al conductor que dé la vuelta, ni te voy a esperar en la estación
de al lado. No tendrás ni mis letras ni mi firma. No veré un pañuelo más en tu
cuello. Por borrar, se nos han borrado ya las sonrisas de metal y hierro. Y no
es tu culpa, ni tampoco mía. Díselo a quien tenga los hilos de esta maldita
vida. Que de tan falsa que es, cuesta creer que sea de mentira. Entiendo tus dudas,
tus idas y venidas, tus quiero y no quiero, con todas sus influencias y todos
sus pensamientos. Sabías que decisivo sería. Que me arriesgaría. Que yo, y
también tú, quería. Y, o no te han dejado verlo o, simplemente, no lo veías.
Mirar más adentro. Repetir solo está bien si es para dos días. Dejando atrás
malignos recuerdos. Te echaste atrás en el último momento y los dos sabemos con
qué palabra se describe eso. Así que ya
solo quedará en eterna promesa ese helado. No llegarás a atisbar rincones
nuevos de la Granada en la que te iba a ser de guía. Te acordarás de mí, al
volver a ese día, como lo hago yo contigo cuando pienso en Paleografía. Ya no insistas
en cómo me va, ni esperes que te pregunte y que me quede a escuchar todo lo que
me digas. Ahora tengo Madrid a la vuelta de la esquina. Nuevos mundos y, por
fin, adiós a lo que queda de vida antigua. Gracias por incrustarme el dejarse
llevar como forma de vida y poco más. Cuídate, y que no te deje mella la rutina.
Cuídate, y no voy a hacer como Andrés Suárez y decirte que nos debemos la vida.
Cuídate, a secas. Cuídate, que nos perdimos las siete oportunidades. Que, como
nuestro helado, ya están derretidas…
Gregorio S. Díaz "Cuídate"