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21 de marzo de 2018

Entierro.

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No te llegué a incinerar. El fuego te habría repelido, por lo que quemabas y has dolido. No quise enterrarte tal y como te tenía grabada en mi recuerdo y tuve que borrar cada uno de los cuadros que pintamos: ese de la camiseta que se mancha de vino, al hablar de limones, por la rabia. Aquel grito “la última y te vas” a la vez que un susurro al oído “quédate esta noche”. Ese de las bragas de estrellas y un colchón que se movía a nuestro antojo, para que vieras bien, cada vez que me tenías, el cielo de tu cuarto, estrellado. Todo eso recorté y corté. Te hice pedazos y te enterré durante años en cuatro sitios, mal cuidados y bien escondidos, como si esperara que, en el fondo, cambiara algo. No lo hizo. Cada jueves brindaba con mi amigo y la ginebra por tu olvido. Por no más juegos con diablas de paso, con mujeres de careta grande, tetas descolgadas y pintas de falsa reina. No tengo donde llevarte flores, soplé el polvo del que me dejaste hecho cuando hiciste ‘chas’ y desapareciste de mi lado. No me vestí de luto, aunque el corazón y el alma se tiñera negra, todo el catorce y puede que también todo el quince. Solo regalé mi ejército blanco, que no sus instituciones, a quien me suplicaba que quería verlo, aunque ya no fuera lo mismo a pesar de no imponerme condiciones. Cada jueves, como te digo, preferí copa y casa que deambular de taberna en taberna. Bares por los que se podía atisbar tu silueta, tu sombra. Ya tenía bastante viendo cada mañana tu réplica. Tampoco te hice una tumba, no te dibujé una cruz ni te esculpí una extensa esquela. Todo lo que quise decirte está ahí, cruzando la línea. Te vestí de Jeannette, porque me llevaste a otro sitio y me dejaste sin parte importante, porque desde entonces no soy. No te quemé ni te dejé en un cementerio al que volver. No te puse una corona, nunca la mereciste. Dieciséis y diecisiete, polvo pasado a la Historia. Estabas realmente muerta y yo descansando en paz, aunque no sosegado del todo. No por ti, por las oportunidades pérdidas, por no ver lo que no veía, por no tener lo que siempre quería. Dieciocho. Por última vez, te pido, que todo lo que tienes de mí, me devuelvas. Todo eso que me hizo menos yo y a ti más completa. A ver si es que voy a tener que ir a buscarlo yo, cavando, estés a tres o a siete metros bajo tierra.

Gregorio S. Díaz "Entierro"

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