Envíame postales. De todos y cada
uno de los lugares que pises. Da igual que salga esa torre tan alta, ese puente
tan antiguo o ese mar tan celeste. No importa que te cojan de la mano en la
foto ni que una criatura asome tras tus brazos. Tampoco que pasen quince o veinte
años. Mándame una por cada viaje. Envuélveme el aire que te tocará la cara en
las letras que escribas. Intenta describirme cómo son otros países, otros
climas, otras vidas. Sé corta, pero concisa. Cuéntame lo justo, pero que sea
importante. Déjame con ganas de saber más. Despídete con un beso y hasta otra. No
te olvides, nunca, en cada viaje, de comprar un postal para mí. Que quiero ver
cómo la vida te va consumiendo y tú la vas mordiendo. Que quiero verte crecer,
aunque sea a destiempo. Que quiero tener de ti todos esos momentos. Si me las
envías, prometo coleccionarlas. Colgaré todas las postales decorando mi cuarto.
Escríbeme, también, de vez en cuando. Cartas desfasadas y amarillentas, que
pueda leer en los inviernos de nieve, copa y fuego. En las que pueda descifrar
todo lo que no nos dijimos. Con las que pueda volverme loco, desquiciado, hasta
llorar, borracho, por todo lo que imaginamos. Envíame postales, que no quiero
perderte del todo…
Gregorio S. Díaz "Postales"