Son besos de pólvora, lo que yo
te doy. Son besos de pólvora y fuego lo que procuro darte cada año, durante
días que son efímeros y que dejan eternamente colmado el recuerdo. No creo en
tu dulce historia. A decir verdad, solo creo en ti y en la magia que tienes. En
los ojos vidriosos con los que me miras, como si yo fuera diferente. Por eso me
ensucio las manos, me visto con mis mejores galas y salgo a la calle corriendo.
Es por ti. No es por el humo, la música, el alcohol o la jarana. Es todo por
ti. Me has hecho, desde pequeño, y desde que he crecido, no paro de enamorarme
de ti. De lo que guardas. De lo que encierras y has visto. Tengo envidia de tu
eterno respirar, puesto que tus ojos han tenido la suerte de ver las centurias
pasar. Las caras de otros, que somos nosotros, girándose en torno a tu bailar. Por
ti me sangran los dedos, me duelen los brazos, me rompo el oído y te regalo
tímpano. Por ti me pongo de rodillas y lanzo una salva al cielo. Estoy seguro de
que la podrás llevar con quien no he podido compartirlo. No voy a dejar de
besarte la mejilla y los labios, de bailar de rodillas y lanzar al aire mis
lazos. Me conformo con ver tu sombra entre tu casa y palacio, cada año. No con
tenerte bajo mis hombros, sino sobre mi pecho. Quizá por eso, cada lunes, beba
y me emborrache. Porque te me vas y se acaba. Porque ya no te puedo besar con
pólvora. Porque tú ya no puedes hacer nada por mí que no sea esperar a la
siguiente salva. A ver qué somos y donde estamos para cuando llegue de nuevo la
hora…
Gregorio S. Díaz "Son besos de pólvora"