Ahora sé qué baldosas pisan mis pies,
qué estela siguen mis pasos. No porque sepa hacia dónde voy, pues eso será
siempre un misterio irresoluble, sino porque veo con certeza y claridad lo que
tengo a mi alrededor, dónde estoy. Me fijo más en la suela de mis zapatos y en
el suelo de barro en vez de señalar a las nubes. Ahora entiendo que quien se va,
se va, y no tiene pensado volver. Que a quien echas, ni por mucho que la
llames. No vuelve. Solo eres tú, pagando altos precios por tus propios errores.
Repitiéndolos. Ahora llego a captar el por qué te fuiste. Sin una nota, ni una
explicación. Nada. Y te doy las gracias. Por todas esas horas de llanto, de
pesadillas y de dolores de cabeza. Ahora sé, de verdad, que las cosas pasan
porque pasan y porque tienen que pasar. Que todo tiene su por qué y su final.
Que el aprender es eterno, al igual que errar. Que todo llega y lo que llega,
aunque haya que esperar, es lo único que te tiene que hacer volar. Bocanadas de
aire respirar. Basta ya de mirar atrás. De querer volver a la carretera llena
de lluvia y pegar el vaso de cristal. De seguir un rastro invisible, tan solo para
entender, no para averiguar. De seguir esperando en mi particular muelle de San
Blas. Que un día te dije ‘hasta que me olvides’ y no super ver que en realidad
era hasta que te olvidara yo. Ya.
Gregorio S. Díaz "Ya"