Esto era lo que yo te decía. Que
creceríamos y pasarían más de mil días. Que caeríamos y nos daría la espalda entera
la vida. Esto era a lo que yo le temía,
y en innumerables inseguridades banales quise plasmarte mis miedos. Me asaltaban
las dudas, el pensamiento y el futuro. Me podía el orgullo y el saber que iban
a suceder las imágenes macabras que pasaban por mi mente, y que yo iba a ser
para siempre tuyo. Esto era lo que yo te decía y a lo que le temía. Que te desenvolverías,
que mirarías más allá, por encima de mi hombro. Que lo nuestro no se alargaría.
Esto era lo que yo vaticinaba. Dos que no son nada si no son algo. No otros, no
rotos, sino recompuestos. Con pegamento bien soldados. Uno soplando las cenizas
al viento para que no se las devuelva y el otro tratando de buscarle la mecha
al aire a ver si arde. Todo esto era lo que yo te decía. Por lo que me
torturaba y maldecía. Lo que tú no entendías. Porque yo ya lo sabía. Que
explotaríamos y, como el universo, nos expandiríamos, alejándonos. Como dos
líneas perpendiculares que no se cruzan, que no saben que la otra existe. Que
no mira atrás y solo avanza, hasta el infinito. Esto era lo que yo te decía.
Por eso todas aquellas dudas. No sabía si seguir viviendo al día aquella
aventura que teníamos o cortar por lo sano, sabiendo que tendría que desintoxicarme,
salir de las rejas en las que tu recuerdo me encerraría a cadena perpetua. Y me
quedé a medias. Entre el sí y el no. Entre el ‘una última vez’ y el ‘adiós’.
Esto era lo que yo te decía. Que tú olvidándome acabarías.
Esto era lo que yo te decía "Gregorio S. Díaz"