Lloro por ti. Al escucharme
cantando melodías de otro tiempo. Lloro por lo que fuimos. Por el hogar que
nunca llegamos a construir. Es ahora, setenta y pico años después, cuando me
acuerdo de ti. Y eso que ni recuerdo mi nombre ni quién fui. Solo tu pelo corto
y claro ondeando al viento por los Balcanes, una sonrisa cálida en el lago. Una
mirada tierna en el bosque. Otra pícara en la cabaña de madera. Tras eso, todo
borroso. Negro. Y comenzaron las botas a
pisar fuerte nuestro suelo. Los disparos. La sangre y la muerte. En mis propias
manos. En las tuyas. En las de todos. Daba auténtica claustrofobia aquel
estrecho escondite. Había que hacer algo. Fusil en la mano, tu corazón también
en mi pecho. A la guerrilla. Por eso no dudé en ir. Tenía que dejar un lugar mejor
para ti, para los que vinieran detrás. Por eso me convertí en partisano. Y es
por eso, también, que lloro con el ‘Bella Ciao’ tantos años después. Ya no
somos aquellos dos. Yo debí morir en alguna escaramuza contra el mal. Tu quizá también
lo hiciste. A pesar de todo, te guardo en la retina. Mis manos en tus senos
blancos. Tu jadeo cuando me tuviste dentro. Tus lágrimas como puños, cuando me
iba. Cuando sabías que era el final… ¡Ya no habría más paseos nocturnos! “Y si
yo caigo en la guerrilla, te entregaré mi fusil”. Seguro que lo hiciste. Y les venciste.
Tuviste que enterrarme. Vengarme. Sobreponerte. Mi heroína partisana…Aquella vida
aún no se me olvida. En esta estás tan cerca y a la vez tan lejos, que hasta que
no vuelva la amenaza, la guerrilla, la muerte y la esperanza, no nos volveremos
a encontrar. Entonces, tú y yo, de nuevo, de la mano y compartiendo besos,
lucharemos por la libertad…
Gregorio S. Díaz "Partisana"