Puto oxígeno. Solo eso. Lo que
necesitaba en tiempos oscuros, cuando el agua al cuello atormentaba. Navegando
mar adentro y profundo. Meses de ahogamiento. Cuando la marca negra explota y
mancha todo lo que tocas. Cuando nadie quiere y tú tampoco, pero lo intentas:
ni quien estuvo, rechazando tardes de helado de sandía, ni quien podía hacerlo,
achacando dolores de barriga. Oxígeno. Necesitaba respirar y tu aire me dio
vida. Me quedaba poco de la mía. Deambulando, una última oportunidad para
sacarme de la deriva. Me parecieron mil cervezas y besos robados. No míos, solo
prestados. ¿Cuántas? ¿Siete veces mal contadas? Siete noches en tu cama. Una
por cada día de la semana. Varios meses de desahogo y rellenando de la sangre
que me faltaba a vasos. Esperando a otra. Otro momento. Antes de meterme entre
tus sábanas ya sabía que iba a tener que dejarlas. Puto oxígeno. Lo que en ese
momento necesitaba. No una vida entera, ni fútbol, ni manos entrelazadas.
Gregorio S. Díaz "Puto oxígeno"