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6 de septiembre de 2018

Puto oxígeno.

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Puto oxígeno. Solo eso. Lo que necesitaba en tiempos oscuros, cuando el agua al cuello atormentaba. Navegando mar adentro y profundo. Meses de ahogamiento. Cuando la marca negra explota y mancha todo lo que tocas. Cuando nadie quiere y tú tampoco, pero lo intentas: ni quien estuvo, rechazando tardes de helado de sandía, ni quien podía hacerlo, achacando dolores de barriga. Oxígeno. Necesitaba respirar y tu aire me dio vida. Me quedaba poco de la mía. Deambulando, una última oportunidad para sacarme de la deriva. Me parecieron mil cervezas y besos robados. No míos, solo prestados. ¿Cuántas? ¿Siete veces mal contadas? Siete noches en tu cama. Una por cada día de la semana. Varios meses de desahogo y rellenando de la sangre que me faltaba a vasos. Esperando a otra. Otro momento. Antes de meterme entre tus sábanas ya sabía que iba a tener que dejarlas. Puto oxígeno. Lo que en ese momento necesitaba. No una vida entera, ni fútbol, ni manos entrelazadas. 

Gregorio S. Díaz "Puto oxígeno"

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