Me has roto. No es que duela como
otras veces, pero es que vuelve septiembre y el mismo cuento de siempre. Una
vez, en casa esperando un mensaje mientras aquellos dos volvían a los besos. Otra
vez, desayuno con ‘nada’ y vino por la noche de despedida. Y ahora…Si yo solo buscaba
prometerte el cielo abierto. Solo para nosotros. Miles de mapas en nubes que nos
iban a llevar a islas llenas de tesoro. Si me había rendido, portando algo que
no soy yo en la mano, pero que pensándolo bien me lo ha dado todo. Que solo quiero
que cambie para construir un mejor futuro. Veo que clavadas las letras han
quedado. Saltan y estallan, junto a sus melodías, dejándome el pecho lleno de
estrellas rojas. De sangre quemada. Ahora estoy más lejos que al principio. Me has roto. Tú también. Me tenías en las
manos y las has apretado. Ahogándome. Quebrando unos huesos, que tienen marcas
antiguas de haberse quebrado ya. A mí. Que prometí no romperme. Que dije: nunca
más. Nunca más implicación. Nunca más ser vulnerable. Que invertí en escudos,
vallas y caretas. Que fui poniendo minas antipersona para que estallaran en la
cara de quien mi patio delantero atravesara. A mí. Que me armé hasta los
dientes para defenderme de quien quisiera entrar en casa a invadirme. Has abierto
mi Caja de Pandora. La tenía sellada para que los espectros que me recorrieron una
vez el cuerpo no volvieran a salir. De nuevo, vociferan palabras con sabor a
miedo. Señalan inseguridades. Muestran virtudes y defectos, dando vía libre a inferioridades.
Todo lo que un día sembraba de dudas el camino y había conseguido vencer. Me
has roto. Apostando por mí y a la vez al negro y al rojo. Asegurándote que, si
no salía yo, saldría otro. Y yo me lo jugué todo al verde de tus ojos. Perdí. Y
ya no tengo nada, a ti tampoco. La banca gana. Era solo un juego aquel ‘nosotros’.
Pero me has roto. Por querer: Me dejaría perder, eternamente, en esos nimios
combates. No participaría en actos que destruyen la dignidad, tan flagrantes.
Prefiero hundirme en el lodo, volver a mi oscuro pozo, que darme de puñetazos o
armar el codo. No tengo que pelear por poder cogerte los dedos. Por creer: los
besos de Catedral. No son reales. Es solo la magia de la Historia y de sus
muros y paredes, que te atrapa y te coge. Te hechiza, hace que vivas y luego te
maldice. Me has roto. Y tendré que recomponerme. Y ya van como cuatro veces. Me
has roto y me he dejado romper. He querido romperme. He sido yo el que me he roto.
Gregorio S. Díaz "Roto"