A veces hablo de más. Es superior
a mí. Mi lengua dispara y dispara saliva, sin parar. En ocasiones digo cosas
que no pienso y que no repetiré más, otras son más profundas y quieren salir en
forma de quizás. Es el miedo, la ansiedad. De tener el corazón volcado hacia tu
lado y que quede pisoteado. Muerto. Sin posibilidad alguna de sanar. No es mi
culpa, la tiene el dolor, el pasado y su suciedad. Que me cortaron las alas
antes de volar. Es mi instinto de supervivencia, que quiere poner la tirita
antes incluso de sangrar. Son esas típicas inseguridades del ‘sé que te irás’. La rigurosa certeza de
no tener nada que ofrecerte que sea material. Una piel con escamas, una voz pálida, mil libros y alguna que otra palabra. Pero nada más. No sé si eso valdrá. Si
será suficiente. Luego, es cierto, tengo terquedad, malos hábitos y arrebatos
en caliente. Dieciocho manías, menos pelo y más carne de cañón que agarrar. No
solo eso. Que soy lo que no soy, aunque lo sabes ya. Que no tengo lo que habría
que tener, aunque ahora te de igual. Querrás algo más que un abrazo frío y existe
el temor de no poderlos calentar. Querrás alguna que otra cosa y puede que yo
no sepa cómo actuar. Darte lo que necesitarás. Solo puedo dibujarte entre
edificios antiguos, dentro de historias sin final. Hacerte eterna
en el tiempo, con tinta de cristal. Prometerte, solo en el papel, París y Notre Dame.
Gregorio S. Díaz "Notre Dame"