Te vas y me dejas, aquí. Te
marchas, como si fuera evitable que dejes este mundo. Que te conviertas en otro
número. Te vas y me dejas Milán y Madrid. Milán me enseñó la dirección a la
vida, Madrid susurró a mis oídos que no todos los sueños estaban perdidos. Te
vas y, como siempre, me dejas uno más. Otro que vivir y soportar. Menos pelo
aquí, una arruga allá. Me dejas media novela por terminar, tres o cuatro más
por escribir. Te vas y transformas la realidad. Me dejas un trabajo que amo,
aunque me quite todo el tiempo. Me dejas besos de verdad, de esos que besan a
la vez que hablan. Te llevas fantasmas pasados, dejándome las armas necesarias
para enfrentarme a sus intermitentes apariciones. Me dejas el frío de febrero,
el miedo al sacrificio muerto, que luego resulta victorioso, en el cuarenta y
ocho. Me dejas resaca de abril, besos de calor en agosto. Kilómetros de
carretera en otoño. Crisis existenciales a comienzos del invierno. Te vas, y te
doy las gracias. Acabaste con mi mala deriva. Y ahora viene otro, y a saber qué
es de mi y de mi historia.
Gregorio S. Díaz "Te vas y me dejas"