Ya sé que un día me dijo Hasel que no llorara, que transformara mi pena
en acción. Pero es que hoy no más remedio que el de derramar algunas lágrimas.
Como puños, bajan por las mejillas. Como si ya predijeran un fatídico destino.
Los espero en la puerta de casa, con los brazos abiertos. A esos cinco o seis
cobardes, que solo saben recurrir a la sangre y no han salido del cortijo. Ni
han limpiado de polvo un libro. A los mismos que tendrán que acabar con todo,
de un vil y traicionero tiro. Hoy lloro por mí y por mis convicciones. Añorando
haber vivido el siglo XX y las victorias de las que forman parte mis recuerdos,
donde están mi mente. Tomando Berlín, construyendo futuro, Laika viendo el
universo, médicos por todo el mundo, la mujer por encima de su actual sitio. Lloro
por la España que murió una vez y que puede que le toque hacerlo de nuevo. Por
Lorca y Hernández. Por los milicianos y las milicianas. Por la República y por
la Democracia. Por todos aquellos y aquellas que tuvieron que soportar el
hambre, la miseria, la Dictadura. Cuarenta años de oscuridad no fueron
suficientes. Lloro por Andalucía y sus olivares. Por los jornaleros que no ven
más allá de esos verdes mares. Que agachan la cabeza y sirven. Por las mujeres de
otro tiempo y las del mío, que vuelven a parecerse en este absurdo espectro político.
Lloro por ti y por ellos. Por ellas. Lloro por lo que podría haber sido. Lloro porque
no podré cambiar nada, porque no tendré ni tumba ni vestigios. Lloro por los que
me llorarán en el futuro. Por quien muero, de verdad, para que vean el suyo.
Gregorio S. Díaz "Lloro."
Gregorio S. Díaz "Lloro."