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26 de enero de 2019

Lo que me dices entre beso y beso.

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Que claves con cada mirada una daga en el fondo de mi pecho, no sé si es una bendición del cielo o una mala maldición de todos los ojos. Porque sí, enciende el alma. Mi viento, mis principios y mi calma. Pone a mi cuerpo en tensión constante. Presto a cualquiera de tus planes. Dispuesto a, en nuestro escondite estrecho, mil veces amarte. Pero, también, puede que sea el final de mi final. La puntilla a una vida, casi entera vivida, en la que he ido poniendo tiritas a todas esas heridas que me han puesto todo el mundo cuesta arriba. Porque es más que probable que vueles y dejes vacío el asiento de al lado de mi particular cama. Que el espectro de colores nos funda a rojo y negro. Y es que yo, sin pretender mitos, me voy a quedar para siempre aquí en mi nido. Cada vez menos, y más conforme pase el tiempo. Por eso tengo claro que la puerta que abres es la única que puede llevarme a campo abierto. Albergar un futuro directo. Y cuando me dices, entre beso y beso, que si su coche, que si su dinero, no puedo evitar un requiebro de todos mis adentros. Nunca tendré todo eso, tampoco lo quiero. No te invitaré a mil noches de copas en antros patéticos, ni me pondré esos mocasines azul intenso. Simplemente, yo no soy eso. Solo tengo unos vaqueros desgastados y tres libros viejos. Es cierto, lloraré tu partida. Al menos las tres primeras semanas. Me echaré a mí mismo la culpa, por las cosas que no habré hecho. Luego, como siempre ha sido, surcarán mi piel nuevas cicatrices. Leeré solitario novelas las tardes de domingo y escribiré recordando cómo gritabas mientras mis pestañas rozaban tus dedos. 

Gregorio S. Díaz "Lo que me dices entre beso y beso."

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