Qué lejos. Madre mía, qué lejos.
Qué lejos hoy, y qué cerca estuvimos ayer. Compartiendo vainilla, rebeldía y saliva.
Los típicos primeros lazos. Primeras experiencias. Lágrimas, vida y besos. Segundas
vías de acceso. Demasiada mierda al final, ya sabes, todo eso. Qué cerca y qué
lejos. A mil metros bajo tierra todo aquello. Bajo losas impenetrables del puto
tiempo. De más de diez inviernos. Renegando de todo lo que un día juramos no
hacerlo. Como si, de verdad, ya no tuviera trascendencia y no importara cada
vez que fuimos más que un deseo. Dejando a la memoria de lado y construyendo
nuevos edificios altos, con pegamento bien fundido. Sin grietas de ningún
pasado. Reconstruyendo la identidad del haber sido, del tener un clavo al que agarrarse
pero que, en realidad, es lo auténtico, lo que siempre ambos hemos querido. Alguien
con quien no solo perder el tacto y el sentido. Con quien saber ser y tener
abrigo. Un respaldo tras el agotamiento diario, puesto que ya no somos los
ociosos de antaño. Qué lejos y qué cerca hemos estado. Más allá de nuestro tiempo,
aunque sigamos rondando por el mismo espacio. Tú para arriba y yo para abajo.
Gregorio S. Díaz "Qué cerca y qué lejos."