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10 de febrero de 2019

Globos aerostáticos.

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Lágrimas como globos aerostáticos, que no solo surcan los cielos de las mejillas sino las montañas de mi nariz. Que no sé ni por qué vienen. Por qué salen de su escondite. Pensamiento fugado, mientras recorro, tácito, con la vista, los “momentos de una vida”, como si estuviera deseando encontrar esa sonrisa del final de la película. Dolor incrustado, rellenando hasta el tuétano de mis huesos. Cara de póquer, de no saber qué hacer. Joder, si esto es el futuro, el cumplir años, la estabilidad, la felicidad de los besos que se inmortalizan en fotos, ¿qué hago yo aquí? En tierra de nadie. Mirando por la ventana las historias de sábado noche de otros. Qué mierda hago con este entretiempo. Entre lo que fui y lo que seré. Minutos que no sé cómo aprovechar. Ni escribiendo ni trabajando. Solo lo amenizo con letras machacadas, melodías tempranas. Con tinta invisible, ideas descabelladas. Planes que creo infalibles. Aquí, mi pecho, ha tratado de absorber cada gota de lluvia, cada palabra, cada calada y cada pisotón al acelerador. Cada curva y cada abrazo. Aquí, mis manos, han estado para moldear lo que un día solo era primigenia conexión y barro. Ellas te lo pueden decir. Pero, ahora, que ya fue, soy el que solo se encuentra en este sitio. Asustado, al hacerte desaparecer. No por ello, sino por lo poco que queda de mi al vaciar tu sombra de este laberinto que mi vida es. Vulnerable, aunque parezca mentira, todavía me puedo romper. Como si estuviera gritando la cuenta atrás para quebrarme otra vez. 

Gregorio S. Díaz "Globos aerostáticos."

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