Mañana será tarde, cuando decidas
salvarte. Hazlo ahora, que puedes. Que el agua solo por las rodillas tienes. No
podrás salvarme, por mucho que tires. Ya tengo el cuello mojado. Solo conseguirás
hundirte conmigo. Sabes, de sobra, que hay un lugar en esa balsa. Sálvate, tú
que puedes. Coge esa cuerda y átate con fuerza. Sal de aquí, tirando de ella.
Mi destino ya está escrito y no hay miedo a la noche ni a que venga la alta
marea. Sálvate. Vete. Huye lejos de todas mis melodías y mi canto. De mis
lenguas y lamentos. De mi pasado, mi manchada biología y todos mis putos
cuentos. No son más que eso, ecos etéreos que desparecen, si quieres con más
profundidad, verlos. Que ni siquiera puedes tocarlos, porque se deshacen.
Entiendo que esa maldición pese y canse. Que sigo manchado de esa tinta negra,
y no quiero que tengas las mismas secuelas. Ponte a salvo. Más pronto que tarde.
Rápido, si es necesario. Deja este nido en el que estoy metido: lleno de palabras,
ilusiones y deseos. Palabras que nunca bastarán, no serán suficientes, ilusiones
tontas que no llegarán a colmatarse, y deseos imposibles. Sálvate y déjame en
esta playa, que venga por mí el barquero. Sobreviviré lo justo como para seguir
bebiendo ron y escribir las pocas páginas que de vida me queden, seguro con mil
erratas. Sal de esta isla. Aléjate mil nudos de mi garganta. Deja morir, solo y
abandonado, a este pirata.
Gregorio S. Díaz "Sálvate"