Una farsa. Un show. Una gran mentira,
de la que ni el primer beso fue real. Cada gemido, un gemido fingido. Una triquiñuela
de magnitudes esperpénticas. De la que se reirán hasta en la Luna. Todo era
mentira. Las verdades que me he dejado, entre lágrimas, solo eran historietas
divertidas que escuchar con detenimiento alguna que otra noche. Como si de un
juego macabro se tratara. He vivido la enésima mentira de mi vida. Otro adiós sin
avisar, dejando tras de sí regueros de sangre y más de mil heridas. Una mentira
que te escupe a la cara, mientras se marcha, mirándome de espaldas y por encima
del hombro. Solo ha sido una aventura, un juego tan real como la cuenta que me
dejas por factura. Un ‘ya no me sirves’, puesto que ya te parece obsoleto todo
mi cuerpo y todos mis deseos. Todos mis miedos, que hice tuyos, y contra mí se
han vuelto. Tonto, ingenuo, pensando que por fin había llegado el momento. Que
tenía delante, y al lado, a quien no dejar nunca de estrechar la mano. Y me la
ha apretado tanto, que ha acabado quebrando cada hueso. Llevándose la falange,
como le gusta, de recuerdo. Mis penas y secretos, para airear por ahí, mostrando
como trofeo el corazón que yo ya no tengo. “Este pobre ha estado besando mi suelo.
Este pobre hombre ya no tiene nada, le he dejado seco.” No solo todo era
mentira, sino que era una gran trampa, que tuve que ver venir antes de que me
quedara de amor ciego. Antes de decir: sí, siempre. Te sostengo.
Gregorio S. Díaz "Mentira y trampa."