
Que, de mí hasta ti, existe la
misma distancia. El mismo camino. Y creo recordar que han sido más de mil ocasiones
en las que yo, por ti, lo he recorrido. Ahogando mis tristezas y orgullo.
Sintiendo el asfalto y tu casa como mi destino. Y no sé cuántas veces tú lo has
recorrido. Tres, mal contadas. La mitad enfadada por vete a saber qué, que
hicimos. Que las palabras casi siempre se disparan como balas. Y yo me he
sacado los casquillos de al menos siete de ellas. Tuve que ir poniendo tiritas,
para que mi cuerpo no se desangrara. Suerte que solo duró dos semanas. Quizá tú
tengas que maldecir a Satanás con toda tu alma. Rezar al dios que dices que existe
y que no hizo nada. Seguro, a mitad de un beso, tendrás que volver la cara. Abrir
los ojos para darte cuenta, oliendo aún mi aroma. Se clavarán en ti lo que
nunca dijiste. Los momentos en los que quisiste, pero no pudiste, haciendo gala
de no sé qué mierda de los principios, el orgullo y la diva no dispuesta. De mi
te quedará lo que me llevé, tres o cuatro libros que verán la hoguera y una metáfora
distorsionada que ponerse al pecho mucho después del incendio. Conseguirás lo
que siempre quisiste. Americana todos los días y mocasines. Cuero a la espalda
y nombre de renombre. Pero no te volverán loca mis besos, ni mis manos. Ni la Revolución por la que lo daré todo.
Gregorio S. Díaz "El mismo camino"