El astigmatismo y los ojos
achinados. Entreabiertos. Los rayos de sol en el ventanal del salón, traspasando
el cristal. Los destellos naranjas inundan lo que fue una fiesta y una sorpresa
del “vete, pero quédate”, los últimos días de primavera, antes del
verano. Con el calor, y el sudor, pegado a nuestros cuerpos, mientras se rozaban.
Se tocaban. Confundiéndose en el tiempo y en el espacio. En la Historia. La
persiana bajada y el colchón en el suelo. Tumbados en el sofá, con mil apuntes
de por medio y el miedo a no saber qué pasará. Estudiando los dos a la par.
Leyendo y, por el rabillo del ojo, mirándote las bragas. Aquel fue el apogeo de
un fuego, de una candela, que, antes de que empezara a arder, ya se veía el
final. Ni cenizas. Todo eso sumió en oscuridad aquella habitación. Tampoco dejó
traspasar un rayo más de sol por el cristal.
Gregorio S. Díaz "La sorpresa del 'vete, pero quédate'."