Sálvame tú, si puedes. Agárrame
fuerte. No dejes que se deslicen tus dedos entre mi cuerpo y se hunda más en el
cemento. Bésame lento. A cualquier hora, donde sea, de improviso. Sálvame tú, y
creemos una historia. Sálvame, solo si quieres salvarme. Si vas a estar
dispuesta a entender cada uno de mis rompecabezas. Si me vas a tener siempre en
cuenta. Si vas a estar cerca. Sálvame tú. Haz que no me sienta solo en el mundo
de todos. Que note tu calor en las noches de frío invierno y en las de calor
del verano a cielo abierto. Que no quepan dudas en lo que construimos. Sálvame.
Si, y solo si, quieres de mi hasta la última gota de sangre. Hasta el último
poro de piel. Sálvame si tienes conmigo el deseo de fundirnos eternamente. Si
quieres, como yo, cortarles la cabeza a todas esas serpientes. Sálvame, y dime
que estoy yo, únicamente. Que soy yo el que quieres. Sálvame tú, si es que
puedes. Pero no me dejes que te quiera si no me vas a querer. Si vas a estar
cuando las obligaciones aprietan, y no cuando las libertades saluden. Si vas a
estar para las cuestiones nimias y no cuando haya algo serio que hablar. Si vas
a estar cuando todo alrededor es yermo, y no cuando todo esté completo. Si no
vas a estar para mí, y sí para los demás. De ser así, no me salvaré. Doblemente
la música triste y melancólica pondré. No habrá salida. Lágrimas y noches y
noches de leer.
Gregorio S. Díaz "Sálvame"