Cuentan que, desde que me fui,
nada es igual. Todo es más rosa, con más color, con más vitalidad. Que pasaste
de la lágrima fácil del primer y segundo día, a la vida despreocupada de la ciudad. Que dejaste de pensar en lo que pudo ser y concentraste todas las
energías en lo que ya nunca será. Que no te importó que huyera, en realidad.
Que solo fui un obstáculo, una piedra en el camino. Una golosina más. Que pronto
olvidaste lo que juraste de noche y llorando, que nos íbamos a tener hasta el
final. Cuentan que me viste el alma, además de desnudo. Lo que, de verdad,
siempre he escondido y soy en realidad. Aquello, supongo, fue lo que nos hizo
colisionar. Yo queriendo la lectura de textos antiguos y maldiciendo al destino
el cuerpo que me ha dado, por la biología a la que estoy preso. Tú buscando que
me centrara en el presente, tratando de obviar mi condición de impureza y todo eso. Dicen, también, que por dentro casi explotas. Que tras el
rímel había negros pensamientos, malas palabras que dejaste en borradores, sin
enviar. Al igual que todos esos mensajes. Sin contestar. Que tenías profundos
sentimientos. De nostalgia quizá. Aunque a quién voy a creer, si otros cuentan
que nada es cierto y todo es mentira. Que solo fui un juego, un entrenamiento
para lo que te vendría. Que ahora estás liberada. Que dejas que cualquiera con mocasines
mire lo que tienes dentro del pecho. Que regalas besos y, quién sabe si tu
cuerpo. Pero, confieso, también la he leído a ella, que te ve, diciendo que lo
tuyo es solo despecho. Siempre fue tarde para dar marcha atrás, supongo. Allí
quedó la oportunidad de arreglar lo que ya arreglamos mil veces más. Ya nada
de eso contarán. Solo que ya todo es normalidad. Que ya no es negro el coche
que te va a buscar. Que no te han visto por el cementerio desde la última vez
que lo fui yo a visitar. Que pasó, como todo lo que pasa, y ya está.
Gregorio S. Díaz "Cuentan"