
Toda entera un enigma. El reto de
una efímera vida. Una incógnita cada mañana, descubrir si seguía ahí, si aún me
amaba. Si se iba a quedar o era todo una farsa. Pareciera que el destino me
daba lo que buscaba. Paz, desasosiego, diversión, risas y cama. Un mapa sobre
el que la cruz, como intermitente luz, aparecía y desaparecía, al antojo de la
dama. Siempre en un nuevo lugar en el que pelear contra algún huracán que en
sus labios se formaba. Pantera negra en libertad, no domada. Elegante, discreta
y ordenada. Allí la buscaba. En burbujas etéreas de nubes y rosas, en curvas
cerradas y en noches de niebla intensa. Solo cuando quería, era ella quien me
encontraba. Luchando contra lo que me mancha. Contra su porvenir, su futuro y
su España. Dándome alas, después de que fueran cortadas y no cicatrizadas. Como
si una nueva ciudad, no descubierta, fuera fundada. Años parece que fue
enterrada, y solo han sido dos leves abrir y cerrar de pestañas. Fiel a sus
ideas. Leal al pacto no firmado que verbalmente con saliva sellamos.
Tradicional y pasional, a partes iguales. Desgarradora con los dientes y las
palabras. Ya solo queda la nostalgia de noches de frío y aire caliente. De amor
en un coche de juguete, mientras se caía el mundo a pedazos, en forma de lluvia
estridente. Postales convertidas en recuerdos, recuerdos que ya son postales.
Ecos lejanos que el tiempo y la memoria van repitiendo, como si fuera eterno
aquel debate de corazón y mente.
Gregorio S. Díaz "Nueva ciudad fundada"