Mi deuda ya está saldada. Con más
de cien monedas de oro y billetes azules y marrones, te he pagado. No te debo
nada. Aquello del Fin del Mundo, de las palabras mal encadenadas, las verdades
universales que no son reales, el irme sin dejarme llevar. Aquella hipoteca,
está totalmente vencida. Los plazos se han terminado, no te debo nada. En más
de trescientos días te has quedado con lo poco que me quedaba, que era todo lo
que tenía. La última oportunidad de vida, ya perdida. Los besos y las lágrimas
cansadas, que no se prestan más a ser regaladas. Toda la pasión que se ha esfumado
cada noche, a solas, por un retrete. Las cartas escritas con mi puño y con mi
fea letra. Pulseras y libros de tapa dura. Tienes todo lo que no entregué,
aquella primera vez, y hoy pisoteas descalza. Eh, pero, aunque duela, yo ya no te
debo nada. No tengo que prometerte, ni disculparme. Ni pedirte perdón, ni a mí
mismo perdonarme. Porque a partir de ahora, la deuda está saldada. Con tu pelo
rubio, con tus pañuelos, con tus piernas y con tu cara. La cuenta está pagada.
Le cena no me ha la he podido comer, estaba espesa, fría, como cansada.
Gregorio S. Díaz "Deuda saldada"