Recuerda las leyendas del tiempo
pasado. Echa de menos la libertad que le concedía no estar atada al reloj, ni
al maldito dinero. Siente nostalgia por las noches de risa y colchón, de canciones
y copas de alcohol. Por las miradas entrecruzadas de desconocidos que, de un vistazo,
la desnudaban. Aquellas leyendas, cuando se sentía, toda ella, deseada. Cuando
deseaba. Pero tenía que parar al quinto beso apasionado, poniendo un mar de por
medio. Con mil ganas y cien mil miedos. Echa de menos todos aquellos juegos,
las palabras, las promesas no cumplidas y los infinitos deseos. También las
manos del tipo de tatuajes negros, que la apretaban. El tacto del que de sus
dedos tiraba. La boca, dulce y exótica, del que tenía marcada toda la ropa. Se
calla todas esas leyendas, porque no deben ser contadas. Divulgadas. Son
secretos y aventuras silenciadas, en el recuerdo abandonadas. De las que
nutrirse en tiempos de hambre. Se calla, y me miente. Cuando cierra los ojos,
imagina otra cama. Se calla, y me engaña. Esta realidad le atrapa. Los viejos
excesos ganan.
Gregorio S. Díaz "Los viejos excesos"
¡No dejas de sorprenderme! ¡Cuánto tiempo sin leer tus palabras! Ha sido comenzar a leer y sin darme cuenta lo vellos de mi piel se han erizado. Precioso. Provocas una nostalgia que ni siquiera he vivido, y sin embargo, parece ser el resultado de una vida pasada.
ResponderEliminarSaludos.