Déjame leer y revivir una historia que fue efímera y etérea, pero que permanecerá eterna en el tiempo. Grabada en las lápidas de aquel cementerio. Cada primero de noviembre, entre la niebla blanquecina y el frío, los muertos serán testigos del sonido de nuestros besos y nuestros gemidos, que todavía suenan, como eco, entre las rocas del camposanto. Déjame poderme explicar. Escribir mis disculpas y mi sensación. Déjame entenderme mejor, a través de todo lo que pasó. Déjame recrearme con las palabras. Utilizar las que me vengan en gana para decir que aquella conexión fue superior a todo lo anterior. Déjame recordar la pasión. La vida de verdad vivida, no rutinaria, no desperdiciada. Déjame dos segundos más de la paz que da no tener etiqueta que cargar a la espalda. Dame otro debate, sobre cuál sistema es mejor. Déjame una canción. Solo una canción más, que escuchar los largos inviernos. Solo eso, porque yo ya estoy muerto.
Gregorio S. Díaz "Yo ya estoy muerto"