Es imposible controlar la sangre negra cuando hierve y brota, a borbotones, emponzoñando cada parte de la estructura que se me superpone y supone. No puedo controlar el miedo, los demonios y monstruos que no me dejan dormir, que me cuentan quién soy y qué hago aquí, en qué me he convertido. No recompongo las piezas en las que me he ido dividiendo, y así me hecho cada vez más pequeño, invisible, casi etéreo. Nunca gano y siempre pierdo en este juego. Tú también. Porque quererme a mí es querer volver a perder. Querer llorar. Quererme a mí es morir día a día, lentamente. Quererme es alargar la agonía, ralentizar lo inevitable, darle emoción a lo que tiene final claro. Porque exploto y, como un meteorito embalado e imparable, alcanzo todo lo que encuentro a mi paso con llamas de fuego. Porque quererme a mí es el Fin del Mundo.
Gregorio S. Díaz "Quererme a mí".