Aunque sin nombre y apellido, si le miras bien tiene algún destello mío. No es real, tan solo algo imaginario que le sale a tu mente sin querer cuando te da por memoria y nostalgia. No de aquello, sino de ti. De aquella niña que solo se preocupaba por sonreír. Cuando la vida era más fácil y no tenías que gastar las horas así. Aunque el tiempo haya soplado y la lluvia haya caído, las sombras aún nos han perseguido. Los fantasmas, visitado. El lazo rojo no se ha roto, la rosa no se ha marchitado y los años no han pasado. Las palabras sí. Se abrieron paso. Hoy el llanto lo pone el nuevo rey, la nueva reina. Hoy todo pasado debe deshacerse en favor de él, o de ella. Tiene que saber que en casa la felicidad deja huella. Que habrá baile y fiestas. Luz, amor y futuro, aunque haya que avanzar a tientas. Que mientras el mundo de nuevo estalla en guerra, habrá dos pechos y cuatro manos que aprietan. Y tal vez un día puedas contarle historias de piratas y princesas. De amores imposibles—improbables—que ya se quedan en páginas para siempre eternas. Le enseñarás que todo acto conlleva su consecuencia. Que, con cada vuelo de mariposa, el giratiempos resbala, los dados se juegan y los minutos vuelven hacia atrás y a la vez se aceleran. Que estuvimos cerca, muy cerca. Que no finja nunca y que se quede con la correcta. Que, sin nombre ni apellido, quiero que todo lo tenga. El beso siempre de su madre y una vida plena. Aquí, entre las tinieblas, seguiremos oteando el horizonte y escribiendo una de amores, miles de Historia.
Gregorio S. Díaz "Sin nombre y apellido"