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27 de septiembre de 2022

Mala cabeza

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Ya no quedan días de la juventud y el pasado. La Historia, con su inexorable paso, se los ha llevado. No volverán, quedarán primero en la memoria para ser, después, desvirtuados recuerdos inconexos. Por último, se convertirán en ceniza y polvo. Y ya, por siempre, serán nada. Por eso me quema no haber vivido, no haberte vivido. No haberme vivido. No tenerme un poco más, así, joven, travieso, ingenuo. No haber parado el maldito tiempo cuando se podía y habernos convertido en amantes eternos. Por eso me quema, haberte dejado con el alma en los huesos, que tuvieras que desintoxicarte de los excesos de mis besos y que, solitaria, buscaras respuestas a preguntas que nunca las han tenido. Porque nunca he tenido un mapa ni un listado de deseos. Nunca he sido un jugador con los planes bien hechos. No buscaba saciar venganzas ni ganar apuestas. Simplemente han sido los bandazos de una mala cabeza, que piensa, piensa y se deshace como castillo de naipes. Que piensa, escribe, y cree que el mal le persigue, los malos le acechan, que no vale lo que vale y no se esfuerza lo suficiente como para merecer lo que posee. Que no tiene nada y que le hubiera gustado ofrecerte todo. Que tiene la piel morena y la sangre negra y ante eso, ¿quién se atreve? Las locas, las necias o las que nada más esperan. Las decisiones del corazón no merecen una vida de quiebra. De ruina y miseria. De familias rotas y descompuestas por las impurezas del último que llega. La razón y la conveniencia dan hogares grandes. El amor solo permite abrazos solitarios al calor de una tenue chimenea. Los que yo quisiera.


Gregorio S. Díaz "Mala cabeza"





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