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14 de enero de 2023

Los mismos

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Pensaba que tendrías una vuelta más descuidada, no tan prevista, no tan certera, banal y casi que arbitraria. Pensaba que encontrarías un buen momento y no una azarosa casualidad. Pensaba, de igual manera, que te saldrían girasoles en las palabras, muecas de agravio que no has podido olvidar en el pensamiento y balas de agua que disparar por la historia que empezamos y nunca terminamos. Pero no había nada. Pensaba que, esta vez, vendrías por alguna cuestión de enjundia, como si quisiera que por una vez abrieras tu pecho desnudo y me mostraras tus armas. No ese mismo armazón de hierro, excusas baratas, mentiras podridas, balones fuera y señalamientos directos. Tienes que saber que he tenido suficiente tiempo como para darle una vuelta a eso y tu propaganda, reconozco, fue potente y regó todos mis huesos, pero no solo fui el responsable. Pensaba que tendrías un momento de tregua, de parar este frenético mundo, y así comprobar lo mayores que nos hemos hecho. Contarnos las canas que nos han salido y las arrugas de una piel que envejece y se marchita. Pensaba que tendríamos una fugaz estrella para reflexionar sobre el tiempo, por si este pudiera quedarse paralizado para siempre, en el recuerdo, en el propio devenir humano. Por si, alguna vez, fuera posible volver en un viaje real y efímero. Para que, cual fantasmas, pudiéramos contemplarnos desde fuera, comprobar errores, aciertos, besos y el absurdo fin de aquella auténtica guerra. Acordarnos de las promesas que yacen muertas, de las letras en viejas cartas escritas, llenas de falta de ortografía, tonterías, disputas y demás mierdas.  Pensaba que volverías, alegre, cantando no sé cuántas buenas nuevas. Y, sin embargo, lo hiciste a tientas, casi pidiendo perdón, queriendo, pero maldiciéndote, porque la culpabilidad te mata. No estás superando ninguna barrera, ni cometiendo delito alguno. Pensaba que traerías en tu cesta una sonrisa amplia y diez instantes que habría escuchado con el alma en vilo, de forma simpática, con la boca abierta. Y todo lo que traes es una tristeza que a mí me mata. No renuncié a todo por nada, no lo hice porque quisiera, ni porque me obligaran. Lo hice al entender que la sangre negra siempre será más que una leyenda y que emponzoño el alma con mis besos y el cuerpo con mis venas. Pensaba que tendrías más de lo que yo no tengo, y quizá seamos los mismos de un viejo recuerdo.


Gregorio S. Díaz "Los mismos"




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